Me sorprendió
gratamente la publicación de esta encíclica por parte del Papa Francisco. La he
leído con avidez encontrando en ella cantidad de reflexiones que enmarcan
nuestra actividad de consultores de DO. Es un documento clave para tomar
conciencia de los graves problemas que tenemos en la “casa común”, como
gusta llamar Francisco a lo largo del
documento a nuestro planeta.
El desafío urgente de
proteger “nuestra casa común” incluye la preocupación de unir a toda la familia
humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos los
profesionales del DO que las cosas pueden cambiar para bien.
A
pesar de los esfuerzos del movimiento ecológico mundial muchos esfuerzos
para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no
sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de actitud ya
negando el problema o la indiferencia (“después de mí el diluvio”). Necesitamos
una solidaridad universal nueva.
Al cambio
permanentemente acelerado de la humanidad y del planeta se une hoy la
intensificación de ritmos de vida y de trabajo, en eso que algunos llaman
«rapidación». Nunca en nuestra jerga habíamos usado este término. He buscado en
internet y lo definen como el nuevo fenómeno
que socialmente nos enreda a casi todos en nuestra sociedad del bienestar, y
que consiste en dar a nuestros quehaceres cotidianos un ritmo desorbitado. Todo
hay que hacerlo rápidamente, porque hemos hecho realidad eso de que "el
tiempo es oro", es decir, que el tiempo es solo para ganar y así poder
consumir. Nos domina lo que desde el Análisis Transaccional se definió como mini
guiones de vida, uno de los cuales es “trata y trata” “y no disfrutes”.
Si bien el cambio es parte de la dinámica de
los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy
contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica. A esto se suma el
problema de que los objetivos de ese cambio veloz y constante no necesariamente
se orientan al bien común y a un desarrollo humano, sostenible e integral. El
cambio es algo deseable, pero se vuelve preocupante cuando se convierte en
deterioro del mundo y de la calidad de vida de gran parte de la humanidad.
El Papa se detiene a
lo largo de la encíclica en relacionar las diferentes variables que afectan a
nuestro entorno planetario. Ejemplo de algunas de ellas son:
Contaminación,
basura, cultura del descarte, deforestación y su efecto en el cambio climático
que afectan a la salud de las personas y especialmente la sufren los más
pobres. Insiste Francisco que el clima es un bien común de esta casa común. Es
un sistema complejo relacionado con muchas condiciones esenciales de la vida
humana, que los países con más recursos tratan de enmascarar los síntomas
reduciendo algunos impactos negativos del cambio climático.
Enfatiza también el
problema del agua (mala calidad en perjuicio de las sociedades pobres), así
como el abusivo consumo de los recursos naturales por parte de los países
desarrollados donde “el hábito de tirar alcanza niveles insoportables” sin
atender el problema de la pobreza. En la encíclica se percibe con facilidad la
preocupación por las clases humildes, por los pobres y cómo éstos son las
víctimas del modelo económico vigente.
Critica con fuerza las
prácticas depredadoras de los recursos de la tierra como océanos, selvas y
bosques donde habitan especies en grave peligro de extinción y la consiguiente pérdida
de la biodiversidad.
Especial consideración
presta al deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social como
consecuencia del actual modelo de desarrollo económico-social. La deuda externa de
los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre
lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de
desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera,
siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente
y de su futuro.
Cita los efectos de la digitalización (la
última revolución), las nuevas tecnologías en la exclusión social, la inequidad
en la disponibilidad de energía y otros servicios, el narcotráfico creciente y
la pérdida de identidad.
Nos advierte que no
suele haber conciencia clara de los problemas que afectan particularmente a los
excluidos. Ellos son la mayor parte del planeta, miles de millones de personas
y la verdadera sabiduría es producto de la reflexión, del diálogo y del
encuentro generoso entre las personas; no se consigue con una mera acumulación
de datos que termina saturando y obnubilando, en una especie de contaminación
mental.
Pero hoy no podemos
dejar de reconocer que un
verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un planteamiento
social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente
y escuchar tanto clamor, en el cual nos incluimos los
profesionales del DO pregonando valores sustantivos y universales.
A la vista de lo expuesto Francisco clama diciendo:
“Estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al
gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo.
Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que
la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a
todos”.
De la prensa reciente tomo esta noticia: Después de la encíclica del papa Francisco, y del reciente contundente compromiso de China, 36 premios Nobel han expresado
públicamente hoy su preocupación sobre las consecuencias del cambio climático,
y han pedido a los líderes de todo el mundo actuar para limitar las emisiones
de gases de efecto invernadero. En una declaración firmada en la isla de Mainau, en el lago de Constanza
(sur de Alemania), los galardonados con el máximo reconocimiento a la carrera
científica recuerdan que hace 60 años en la misma isla se firmó una análoga
declaración contra el uso de las armas nucleares, más conocida como Declaración de Mainau. Entonces fueron 18 los laureados que la redactaron –entre ellos los
físicos Werner Heisenberg, Otto Hahn y Max Born– a los que se añadieron más
tarde otros 52 premios Nobel.
Creemos que nuestro mundo afronta hoy,” escriben en su
declaración de hoy, “otra amenaza de una magnitud comparable [a la de hace 60
años]”. Según los científicos más reputados del planeta, el cambio climático es
una realidad que pone en peligro el bienestar de la humanidad entera.
A la vista de los análisis presentados los
profesionales del DO debemos hacernos preguntas que orienten nuestras acciones
de consultoría para ayudar al cambio que necesitan nuestros entornos
diferentes, ya sean ambientales, sociales y políticos:
¿El medioambiente debe ser objeto de nuestro estudio e intervención?
¿Cómo podemos trabajar por el DO con un entorno putrefacto?
¿Con el actual enfoque de DO ayudamos a resolver estos problemas?
¿Con los procesos de consultoría que afrontamos en las organizaciones contribuimos a este cambio positivo que nos demanda la sociedad?
¿Qué otros cambios y enfoques son necesarios para enriquecer las categorías conceptuales del DO?
¿Qué actitud expresamos nosotros ante esta problemática?
¿Qué papel podría tener nuestra asociación en este proceso necesario de cambio global y planetario?
Y otras…
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