“El hombre es una realidad
que esencialmente tiene que ir haciéndose” Xavier Zubiri.
En cierta ocasión le preguntaban al tenor Alfredo
Kraus si por las mañanas escuchaba música, a lo que contestó: No, aprecio mucho
el silencio y el aire puro. Estamos faltos de eso. Me molesta caminar por la
calle, porque sé que respiro lo que no debo.
En nuestros
mundos lo que hay es ruido y lo difícil es encontrar ámbitos de silencio. Para
disfrutar del silencio tenemos que aislarnos o salir de los entornos urbanos.
El silencio nos ayuda a la abstracción, a la reflexión y a la comunicación con
los otros. El silencio no es pasividad, sino actividad y relación consigo mismo
o con los otros.
En el silencio está la verdad. Añoramos el silencio que
incluso también se ha convertido en un bien de consumo. Los músicos cantan al
silencio como una manera de pregonar la necesidad del mismo. La música nos
invita al silencio. En el silencio es cuando podemos preguntarnos por lo
trascendente y el sentido de nuestras vidas. El silencio se escribe, se ofrece
a la escucha. En la escritura musical el silencio es figura y cada nota
figurada posee su recíproca figura silenciosa, la figura de pausa. En el
lenguaje verbal también se grafía el silencio. Así, los puntos suspensivos
dejan colgado el discurso, lo suspenden. Pero el valor de estos puntos depende
de la palabra que los antecede. En las iglesias, en los museos, en los centros
de enseñanza, en los hospitales, etc. se nos pide silencio para respetar a los
que están dentro.
F. Torralba en su libro “Rostros del silencio” nos descubre muchos tipos de silencio:
« El silencio epidérmico, el silencio interior, el
silencio obstinado, el silencio de la plenitud, el silencio ético, el silencio
estético, el silencio impuesto, el silencio masivo, el silencio compasivo, el
silencio cruel, el silencio místico, el silencio ascético, el silencio
litúrgico, el silencio de los bebés y, por último, el silencio de los muertos».
Es preciso hacer el silencio en la escucha y en la mirada para descubrir las
formas del silencio.
El silencio es una de las maneras más eficaces de
cultivar la inteligencia espiritual. Torralba en su obra sobre Inteligencia
espiritual nos dice: “Los pensamientos que crecen desde lo profundo del ser, al
calor de una silenciosa reflexión cotidiana, poseen acentos de realidad; se les
reconoce porque se transforman en realidad”. Además se convierte en un
placentero hábito, como apunta Pablo d’Ors en su Biografía del silencio: Sentarse en silencio y observar lo que
sucede dentro para obtener un espejo de la vida y un modo de mejorarla
meditando.
Meditar es la forma silenciosa de rezar. La oración admite
cuatro formas. Vocal, mental, afectiva (lo importante son los sentimientos y la
contemplativa (el silencio). Lo que
hacemos en este proceso de meditación es un peregrinaje hasta nuestro propio
centro. Este peregrinar exige un clima de silencio que alguien ha llamado “vivencia del desierto”. No es solo el
silencio físico sino también el interior, éste es una experiencia que produce
temor y vértigo al reconocer la propia realidad. La internalización de esta
experiencia nos ayuda a rebosar de poder espiritual, que nos puede llenar de
paz o desazón, pero que nos alumbra e impulsa a afrontar la vida con otro
enfoque.
Es una práctica
universal utilizada en la vida cotidiana. Según los estoicos es un ejercicio
espiritual cuyo fin es alcanzar la tranquilidad del alma, la paz de los
sentidos y del cuerpo, el silencio interior y la plena integración en la
naturaleza.
Lo difícil es callar, ser tú mismo y aceptar eso que te devuelve al silencio. La
meditación no es más que una escuela para
convivir con uno mismo. Si no soportamos el silencio es porque no nos
soportamos, por eso nos escapamos con el movimiento y con el ruido.
La máxima amenaza es que cuando
estamos quietos nos sentimos corporalmente inquietos.
Es una barrera que debemos atravesar. No hay camino espiritual que no pase por
el dominio de uno mismo. Eso se aprende. También nos encontraremos con la
distracción mental. Tenemos una jaula de grillos, una mente mono, según dicen en el budismo.
Para meditar comience sentándose cómodo, en su casa u oficina, relájese lo que más pueda, fije su vista en un punto cualquiera, Y
DEJE PASAR EL TIEMPO, en silencio. Sentarse de forma erguida, meter un
poco el mentón y pensar que un hilo invisible tira de la coronilla hacia
arriba. Apoyarse en la pared no es una buena idea. Se puede hacer de rodillas,
con las piernas cruzadas o sentado.
Los
pensamientos le vendrán en forma atropellada; NO LES HAGA CASO. Deje que
lleguen… solos se irán. Simplemente trate de no pensar. Haga este ejercicio una
vez al día por unos 10 minutos y en pocas semanas estará MEDITANDO PARA SU
BIENESTAR. Para comenzar le basta.Es fundamental no buscar la perfección
formal, tu objetivo es la pureza de
corazón que tu intención sea pura y te sientes a mirarte por dentro porque
quieres hacer este camino.
El profesional de DO puede encontrar
múltiples ocasiones para propiciar espacios de silencio para meditar él y hacer
pensar y crear a los equipos objeto de consultoría. Ayudarles a buscar la paz
interior es una buena medida para no atropellarse en las exigencias de
objetivos de algunos directivos y organizaciones. Los planes estratégicos
tendrían mucha más calidad y más sentido si nos diéramos más tiempo para la
reflexión y el impacto de los mismos en nuestras personas e instituciones.
Dejar reposar las ideas, internalizarlas y sentirlas como parte nuestra que da
sentido al presente como proceso y al futuro como intuición colectiva imaginada,
energetiza y da fuerza a la vida de
la comunidad. El silencio promovido oportunamente ayuda a serenarse ante las
incertidumbres y conflictos. Exige paciencia y tranquilidad de espíritu para
poder animar a otros (tanto a personas individuales como a equipos) a practicar
ese peregrinaje hacia su
interioridad.
La Navidad es un tiempo de convivencia
con los amigos y la familia. También podemos encontrar momentos donde encontrar
espacios de silencio que nos lleven a un mayor estado de bienestar. Felices fiestas
navideñas y que en el 2016 descubramos las potencialidades del silencio como
medio de desarrollar nuestra inteligencia espiritual.