Existen innumerables accidentes en carretera, me refiero
concretamente cuando algunos vehículos atropellan motocicletas. Cuando después del accidente a las personas que conducían esos coches se
les pregunta ¿qué pasó? Ellos responden que no lo vieron y es verdad… no lo vieron...y tienen razón porque vemos las cosas que esperamos
ver. Ellos esperaban ver coches y no motocicletas.
Esto explica bien el fenómeno de por qué tan a menudo nadie
“ve” algo que, cuando es visto por primera
vez, resulta “evidente” para todo el mundo. Al tiempo, también explica por qué a veces el ensimismamiento mental, la
recreación incesante que
hacemos de nuestros propios pensamientos, hace que pasen desapercibidos hechos
que van construyendo una nueva realidad, un mundo paralelo que no existe al no
hacerlo visible y consciente. Confundimos nuestra recreación interior con la visión de lo que sucede en el exterior.
El cerebro sólo es consciente o
es capaz de “ver” aquello que considera posible. La única “película” que vemos es la que se proyecta en la
pantalla de nuestro cerebro, un cerebro que no distingue entre la realidad
exterior y la interior. La realidad construida es la realidad percibida.
Os cuento lo de mi navegador. El GPS de mi coche está desactualizado, estas vacaciones de
Semana Santa estuvimos en Sevilla ( para los que no sean de esta ciudad, les
cuento que existe una costumbre, ritual: es la de cambiar las direcciones de
sentido sin sentido). El navegador no terminaba de acercarme al lugar al que
quería ir. Hasta pasado
un buen rato no le desconecté, pues seguía machacándonos "en la próxima rotonda gire a la derecha", lo peor es que durante
demasiado tiempo yo continuaba haciéndole caso. Los viejos mapas que ya no sirven hay que desecharlos,
pues hacerles caso puede llegar a ser contraproducente, aunque también es doloroso desprenderse de la única información de la que disponemos para llegar a un sitio y el peso de la
incertidumbre es un estado de ansiedad nada agradable y perturbador.
La información siempre está condicionada emocionalmente por nuestra
experiencia. Un nuevo mapa de la realidad, que hace aparecer nuevos caminos,
golpea esa experiencia, y entonces nuestro apego por el viejo mapa se hace
evidente, es el mapa que nos ha sido útil hasta aquí, y parece no
importar que ya no responda a la realidad, por eso nos seguimos aferrando a él. En ese viejo mapa, las causas y los
efectos estaban claros, y eso nos aporta seguridad; en el nuevo todo cambia,
tanto las causas como su relación con los efectos. Finalmente, ponemos el nuevo mapa en cuarentena
y mientras tanto seguimos navegando con nuestro querido y “fiable” viejo mapa. Sin embargo para nuestra sorpresa, la navegación se hace cada vez más turbulenta, más impredecible. También en el mundo de las organizaciones existe esta dualidad entre el
mapa antiguo y el nuevo mapa.
Sin lugar a duda aparecerán acontecimientos inesperados, nuevos “accidentes geográficos” que no están en el viejo mapa y volveremos hacia él pidiéndole unas “explicaciones” que ya no puede dar. Quizá sea el momento de tomar una decisión y conocer qué es lo que realmente está sucediendo y olvidarnos de lo que debería suceder.
Porque el nuevo mapa de las organizaciones marca con claridad que
el camino que tiene sentido es el camino de los intangibles, porque la
confianza y la emoción sí tienen sentido, tienen todo el sentido.
Somos convencidos por la razón, pero movidos por
la emoción. Creo realmente
que la mayoría de nuestras
decisiones son puramente emocionales y que después las investimos de racionalidad para justificarlas. Y allí es cuando nuestro mapa comienza a
romperse, y nos desesperamos, se nos deshace lentamente en las manos y la
sensación de impotencia se
acrecienta. Nuestro mapa estaba lleno de creencias, creencias que fuimos
construyendo en nuestro día a día. Y una creencia es algo a lo que te
aferras porque crees que es verdad, están arraigadas en nuestras mentes y costumbres, nos sirvieron como
estrategias fiables. Y aquí la importancia de
cuidar los pensamientos a los que nos aferramos, ya que ellos pueden determinar
que esas creencias que generemos sean positivas o negativas para nosotros.
En el plano organizacional muchas veces estamos caminando en
contra de nuestro propio crecimiento y desarrollo. Son tantos los miedos que
nos acurrucamos, nos hacemos pequeños, casi como una bola y nos sujetamos las piernas para que nada
nos golpee, los ojos están cerrados y contra
el pecho. Finalmente en nuestra piel aparecen grandes púas. Es el complejo de erizo en las
organizaciones que se muestra firme, rígido, infranqueable para ahuyentar la llamada del cambio, para
ahuyentar la nueva imagen real, la necesidad de adaptación de nuestro espejo. Esas púas al contrario que en los erizos no sólo hacen daño y asustan a los agentes exteriores- díganse clientes, usuarios, proveedores…- que pueden impactar en nuestra organización, lo que para la misma es un
acontecimiento que impedirá su propia
viabilidad. También esas púas pueden herir o
retraer las iniciativas desde dentro, lo que irá apagando irremediablemente el potencial brillo de nuestros compañeros de travesía y una de dos o se terminan de apagar y se hacen pequeños o se marchan a brillar a otro sitio,
si aún les hemos dejado
esa capacidad.
Las organizaciones están condicionadas, llenas de malos hábitos y creencias que las limitan, estas se cultivan durante años de rutinas, por la cultura de la
misma, por sus rituales, sus dirigentes, sus cuentas de explotación, por la sociedad, en definitiva por “esa historia” que se vive en ellas. Y estos acontecimientos están profundamente arraigados en el
inconsciente de la organización.
Nosotros desde el paradigma del Desarrollo Organizacional creemos
que las empresas (tanto si tienen ánimo de lucro o no) y las organizaciones poseen algunos atributos
humanos y así he escrito esto,
indistintamente hablando de organizaciones y de personas. En ninguna de las dos
esferas dejamos de aplicar mapas conocidos a lo desconocido.
No dejemos que el Complejo de Erizo domine nuestras decisiones.
Busquemos un punto concordante entre nuestras creencias, nuestras convicciones
basadas en la experiencia y las nuevas oportunidades que la realidad nos
ofrece. Abandonemos las cadenas limitantes encargadas de escribir por nosotros
el futuro y demos oportunidades a las nuevas realidades.
Publicado en: www.asociaciondho.org
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