martes, 10 de marzo de 2015

NO SÉ COMO VIAJAR. Por Nacho de Antonio


Hace unos años leí en algún sitio (no recuerdo dónde ni de quién) que existen dos tipos de turismo: el de “lugares” y el de “personas”.


El primero tiene que ver con todo aquello que encontramos de único e irrepetible en un pueblo, ciudad o país y que nos hemos encargado de homogeneizar de tal manera que podemos llegar a ser incapaces de distinguir un lugar de otro. La estandarización, la globalización, la búsqueda de experiencias que no descoloquen al turista para que no “huya”…en definitiva, esta variante de “pensamiento único” hace que, en lo esencial, quizá Roma sea Madrid y Moscú sea Buenos Aires.


Sin embargo, cuando uno practica el segundo tipo de turismo, aquél que pone el foco en las personas y en lo que de únicas e irrepetibles tienen está aventurándose a un viaje en el que aprender y vivir de experiencias que no encontrará en ningún otro lugar. Son personas enseñando, compartiendo, caminando y tomando vivencias de otras personas y ahí le es más difícil penetrar a la lluvia fina del “todo a cien mental” en el que a veces parecemos estar tan cómodos todos.


Y en esto que yo me pregunto si para acompañar procesos de cambio y aprendizaje en las organizaciones desde la óptica del DO, el consultor (o facilitador, o comadrona  de las organizaciones, como le queramos llamar…) se debe aproximar a ellas paseando por sus “centros turísticos”, mirando los mismos “escaparates”, comiendo en las mismas “franquicias” tras hacer las mismas colas de rigor…lo mismo una y otra vez.


Me pregunto si deberá ser capaz, por el contrario, de dejar a un lado todo eso y visitar a las personas de las organizaciones prendiendo de ellas y con ellas. Qué tentador resultará poner el piloto automático, me temo…tentador dejar la incertidumbre de la callejuela y el barrio periférico para adentrarme en la gran Avenida céntrica y bulliciosa - pero segura y tranquilizadora - de recetas mágicas manoseadas y universales. Juegos de manos. Trucos de buhonero charlatán.


Ahora que todo empieza para algunos de nosotros siento que sólo el tiempo dirá si hemos sido capaces de destilar con ellas, con esas personas, la esencia de lo que un día les llevó allí a construir una organización que, como diría Itamar, ya no existe. ¿Ni existirá?


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