Hace unos años leí en algún sitio (no recuerdo dónde ni de quién) que existen dos tipos de turismo: el de “lugares” y el de “personas”.
El primero
tiene que ver con todo aquello que encontramos de único e irrepetible en un
pueblo, ciudad o país y que nos hemos encargado de homogeneizar de tal manera
que podemos llegar a ser incapaces de distinguir un lugar de otro. La
estandarización, la globalización, la búsqueda de experiencias que no
descoloquen al turista para que no “huya”…en definitiva, esta variante de
“pensamiento único” hace que, en lo esencial, quizá Roma sea Madrid y Moscú sea
Buenos Aires.
Sin embargo,
cuando uno practica el segundo tipo de turismo, aquél que pone el foco en las
personas y en lo que de únicas e irrepetibles tienen está aventurándose a un
viaje en el que aprender y vivir de experiencias que no encontrará en ningún
otro lugar. Son personas enseñando, compartiendo, caminando y tomando vivencias
de otras personas y ahí le es más difícil penetrar a la lluvia fina del “todo a
cien mental” en el que a veces parecemos estar tan cómodos todos.
Y en esto que
yo me pregunto si para acompañar procesos de cambio y aprendizaje en las
organizaciones desde la óptica del DO, el consultor (o facilitador, o
comadrona de las organizaciones, como le queramos llamar…) se debe
aproximar a ellas paseando por sus “centros turísticos”, mirando los mismos
“escaparates”, comiendo en las mismas “franquicias” tras hacer las mismas colas
de rigor…lo mismo una y otra vez.
Me pregunto si
deberá ser capaz, por el contrario, de dejar a un lado todo eso y visitar a las
personas de las organizaciones prendiendo de ellas y con ellas. Qué tentador
resultará poner el piloto automático, me temo…tentador dejar la incertidumbre
de la callejuela y el barrio periférico para adentrarme en la gran Avenida
céntrica y bulliciosa - pero segura y tranquilizadora - de recetas mágicas
manoseadas y universales. Juegos de manos. Trucos de buhonero charlatán.
Ahora que todo
empieza para algunos de nosotros siento que sólo el tiempo dirá si hemos sido
capaces de destilar con ellas, con esas personas, la esencia de lo que un día
les llevó allí a construir una organización que, como diría Itamar, ya no
existe. ¿Ni existirá?
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